‘1643: Rocroi’, ¿el fin de los Tercios españoles?
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- febrero 10, 2019
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La sangrienta batalla de Rocroi (19 de mayo de 1643), en la que los franceses derrotaron a los temibles Tercios españoles se ha considerado, hasta hace muy poco, el principio del fin para uno de los ejércitos más poderosos de la historia. Una batalla que ahora llega al cómic en 1643: Rocroi (Cascaborra ediciones), del guionista Roberto Corroto y el dibujante Román López-Cabrera.
Roberto Corroto (Sicarios) confiesa que: “Antes de documentarme para hacer el guion, pensaba que había sido el momento clave donde los Tercios entran en decadencia, perdiendo España la hegemonía en Europa sin su temida potencia militar. Pero parece ser que no fue del todo así, sobre todo porque en Francia tampoco corrían buenos tiempos tras la muerte de Richelieu y Luis XIII”.
“Hay historiadores –continúa- que matizan eso del declive de los Tercios Españoles tras Rocroi. No consideran que Rocroi fuera su declive en base a lo que sucedió en los años posteriores, donde aún se cosecharon victorias en el Boulonnais o Tuttlingen y solo una derrota en Thionville”.
“Hizo más daño probablemente la manera de vender el desenlace de Rocroi desde Francia, donde se magnífico la pírrica victoria de los de Enghien –continúa Roberto-. Lo que sí es cierto es que se perdieron una ingente cantidad de soldados veteranos en esa batalla, lo que a la larga supuso una pérdida de efectividad en combate de los Tercios”.
“No creo que tuvieran alma de héroes”
Los Tercios españoles fueron el primer ejército moderno europeo, formado por voluntarios profesionales, en vez de pobres reclutados contra su voluntad o mercenarios contratados. Ellos son los protagonistas de esta historia. “En 1643: Rocroi, Román y yo los retratamos como soldados, simple y llanamente –asegura Roberto-. No creo que ninguno tuviera alma de héroe. Solamente trataban de llevar a su bolsa unos cuantos escudos, que por cierto se les adeudaba en bastantes ocasiones. Más allá de eso, la camaradería tras pelear con los mismos compañeros durante largas campañas, daba pie a un lógico compadreo entre dichos soldados, que en batalla les hacía pelear por evitar que esos camaradas pudieran diñarla”.
En cuanto a los protagonistas: “El principal es el sargento Miguel Lobera –asegura Roberto-, un personaje ficticio que nos sirve como narrador de la historia. Al plantear qué queríamos contar, Román y yo teníamos muy claro que no íbamos a hacer una recreación documental, tal como se puede encontrar en un libro de historia. De esa manera surge Lobera, como si fuera un guía para el lector en medio de la contienda. El integrarlo dentro del Tercio de Alburquerque/Mercader nos permite contar lo sucedido hasta el final”.
“Sin salir de los personajes ficticios –continúa- tenemos a un joven tambor, que tiene una pequeña subtrama con Lobera, o el Capitán Ledesma, que es su superior directo. Junto a ellos, el resto de personajes son figuras históricas como Francisco de Melo, capitán de los ejércitos de Flandes y uno de los más señalados por la derrota junto al Conde de Fontaine; Juan Pérez de Peralta, Jorge de Castellví, el Conde de Garcíez, el Duque de Alburquerque, Jacinto de Vera, el joven Duque de Enghien, que estaba a la cabeza de la armada de Picardía para expulsar al ejército de Flandes de los territorios contiguos a la villa de Rocroi, Jean de Gassion, Henri de La Ferté-Senneterre, François de L’Hopital, el Barón de Sirot, el Cardenal Mazarino, que sustituyó al fenecido Richelieu, Ana de Austria y alguno más”.
La batalla donde murió Alatriste
Prueba de la importancia de esta batalla es que Arturo Pérez-Reverte la eligió para acabar con la vida de su personaje más popular, el Capitán Alatriste. Preguntamos a Roberto si eso les ha influido de alguna forma: “Si te soy sincero no mucho, aunque sí que es cierto que cuando ves a Lobera no puedes dejar de pensar en él como una especie de Alatriste, sobre todo por su código de conducta. A lo mejor he puesto parte de Diego de Alatriste en la construcción del personaje de manera inconsciente, siendo como soy lector de las aventuras del personaje de Pérez-Reverte”.
Destacar la documentación que maneja el guionista. “Proviene sobre todo de Internet, donde por fortuna hay bastante material a disposición del que sepa encontrarla –confiesa-. Hay tanta que me ha costado más discernir lo que era históricamente riguroso y lo que era opinión personal”.
“Entre los autores en que me he basado –añade- se encuentran Enrique de la Vega Viguera, Julio Albi de la Cuesta, Alfredo Alvar Ezquerra, Julián Juderías o Juan Antonio Vincart”.
Destacar también los diálogos, en los que introduce términos y giros propios de la época. “El que me conozca sabe que doy mucha importancia a los diálogos. Tanta como a la historia. No hay nada que me irrite más como lector que los diálogos estándar, que lo mismo sirven para una historia de ciencia ficción en el año 2675, que para una historia ambientada en el Chicago de los años 20. Partiendo de esa base, la idea era intentar equilibrar un lenguaje que se pudiese entender pero trufado de un vocabulario que bien podría usarse en aquella época. De hecho, hemos puesto un glosario en la parte final del tomo para aclarar el significado de los términos que puedan ser más desconocidos”.
Dibujando estrategias y batallas
Este es un cómic histórico y bélico que ha requerido un gran esfuerzo por parte de su dibujante, Román López-Cabrera. “Aunque Roberto y yo veníamos de hacer 1937: La Toma de Málaga para Carmona en Viñetas que, a priori también era la historia de un enfrentamiento en batalla entre dos bandos, en realidad Rocroi me presentaba un reto totalmente distinto. Un cómic ambientado en una época que nunca había tocado, centrado puramente en el conflicto: estrategia y batalla casi a partes iguales; me suponía salir de mi zona de confort y probar estilos y temáticas nuevas”.
“Pero por encima de todo –continúa-, la intención inicial de hacer este proyecto era la de seguir trabajando con Roberto, como ya veníamos planeando antes incluso de terminar La Toma de Málaga, porque cuando das con un compañero de trabajo con el que te entiendes realmente bien, más te vale no soltarlo”.
“Imagino a los tercios tal y como los he dibujado”
Preguntamos al dibujante cómo imaginaba a los Tercios españoles. “Después de ocho o nueve meses trabajando todos los días en este proyecto me cuesta dividir la imagen que tenía previamente con la que se ha ido construyendo durante el proceso y he ido plasmando en la obra, pero me gustaría pensar que la respuesta es “tal y como los he dibujado”.
“Pero –continúa- es difícil de saber porque confluyen dos factores: mi mala memoria y mi poco conocimiento previo del tema antes de involucrarme en el proyecto. Precisamente por este poco conocimiento del que yo partía, y porque suponía que nuestro público iba a oscilar entre amantes del cómic como medio, amantes de la historia bélica de España, amantes de la historia bélica de Francia, y muy probablemente, haciendo un compendio de estos tres, amantes del cómic y de la historia bélica”
“Mis mayores preocupaciones eran -y lo siguen siendo ahora que apenas acaba de salir la obra- hacer un buen cómic, bien narrado, bien dibujado, y con un acabado cuanto menos correcto, e intentar contentar lo máximo posible a aquellos amantes de la historia bélica que, muy seguramente, controlan mucho más que yo del tema” –concluye Román-.
Un cómic lleno de retos para un dibujante
Los cómics históricos presentan numerosos retos para los dibujantes, como nos comenta Roman: “Con 1937: La Toma de Málaga, aunque no tenía constancia previa de la tragedia ocurrida en Málaga en ese año, sí tenía mucho bagaje en cuanto a lo que a la guerra civil se refiere; siempre me ha interesado mucho, he tenido ya algún acercamiento previo al tema desde el ámbito artístico, y tengo intención de seguir haciéndolo. Sin embargo, más allá de alguna imagen suelta, no había tenido un interés previo por esta parte de la historia, y fue una responsabilidad ponerse al día en la medida de lo posible para poder afrontar el reto que tenía entre manos”.
“Ayudó mucho –añade- el tipo de guiones que hace Roberto, en los que acompaña muchas de las viñetas escritas con imágenes y documentación que facilitan el trabajo. Por desgracia, todo en este cómic me ha sido difícil, desde las vestimentas a las armas, pasando por algunos decorados. Pero en parte estaba acostumbrado a documentarme para cada uno de mis proyectos; a lo que no estaba tan acostumbrado era a hacer escenas de batallas con tantos soldados y caballos. Eso puede que haya sido lo más agotador”.
“Por otro lado –concluye-, una de las cosas que más me preocupaban era ser capaz de diferenciar a los dos bandos, ya que los uniformes —si los queremos llamar así— podían llegarse a confundir —lo mismo pasó con la caracterización de los personajes, ya que el que la mayoría de individuos llevase bigote, perilla y sombrero no ayudaba—, así que la única forma que se me ocurrió fue a nivel narrativo: colocar a los españoles siempre a la izquierda mirando a la derecha y a los franceses de manera opuesta para mantener una relación de “réplica / contrarréplica” que nos obligó a darle más de una vuelta a algunas páginas del guion para asegurarnos de mantener esta regla, y que fuera algo fijo a lo que atenernos”.
“Ha sido muy difícil encontrar documentación”
En cuanto a la documentación, el dibujante confiesa que: “La mayor parte del peso, en cuanto a documentación se refiere, la ha cargado Roberto, ya que tenía que hacer una investigación previa mucho más exhaustiva de la que yo pudiera tener que hacer para poder escribir el guión. Muchas de las imágenes que pudiera necesitar ya me venían dadas por él en el guión —aunque yo tengo la sana costumbre de no quedarme en eso y siempre hago una “búsqueda de verificación” o “de ampliación”.
“Hemos usado de todo para documentarnos –confiesa-, pero la documentación en este caso ha sido tan caótica y apabullante que me resulta difícil llevar un control de ello, sobretodo porque éramos dos recabando, cruzándonos archivos, anotando datos… Ha sido muy difícil encontrar documentación de según qué cosas, pero el mayor problema han sido precisamente las informaciones contradictorias, los grabados que muestran un tipo de vestimentas así y los que la muestran asá y en algunos de los casos en que nos hemos encontrado entre dos fuentes totalmente opuestas no ha quedado otra que debatirlo y quedarnos con aquella que más fiable nos parecía”.
Dos estilos muy diferentes
Por si todo esto no fuera suficiente desafío, el dibujante ha optado por usar dos estilos diferentes: “El estilo principal fue una suerte de experimento. Sencillamente fue una asociación de ideas: la temática bélica del cómic me hizo pensar instintivamente en 300 de Frank Miller; pensar en Frank Miller me hizo llegar a ese estilo que, aunque no utilizó en esa obra en cuestión, sí lo hizo en una de las obras más representativas de su carrera a nivel estilístico como fue Sin City, y que consistía en entintar únicamente las sombras, dejando el resto de la figura sin delimitar -a falta de ser completada con el color, lo cual además me recordaba al estilo de David Lloyd-. Me pareció que además podía conjugar todo muy bien en escenas de batalla pues, al no estar toda la figura “entintada” podía quedar todo menos agarrotado”.
“En cuanto al “estilo grabado”… El cómic comienza con una página in media res y de golpe hace un salto hacia dos páginas que, en cierta manera, se desmarcaban completamente de la forma de narración que tiene el resto de la obra, porque es una suerte de resumen contextual para poner a quien lo lea en situación. Esto me hizo pensar que si, literariamente se diferenciaba estilísticamente del resto del conjunto, sería conveniente que también lo hiciera a nivel gráfico, y lo mejor que se me ocurrió fue este uso de la página de papel viejo, con las viñetas en un estilo de grabado y el texto en una fuente que, sumado al conjunto de lo anterior, pudiera recordar más a un libro académico o enciclopédico antiguo. Luego, a Roberto se le ocurrió cerrar de nuevo con otro resumen usando el mismo estilo, para hacer un cierto efecto espejo entre el principio y el final de la obra, como ya hicimos en nuestra obra anterior. Quizá se convierta en marca de la casa”.
“Para sorpresa mía –nos comenta Román-, apenas unos días después de recibir mis ejemplares de cortesía me hice con El tesoro del Cisne Negro, lo nuevo de Paco Roca –junto con Guillermo Corral-, que salió en noviembre de 2018, cuando nosotros ya estábamos en la recta final de Rocroi, y me topé con que ellos habían utilizado un recurso casi idéntico y para la misma función, lo cual me alivió bastante porque tenía cierta inseguridad sobre si era demasiado arriesgado mezclar esos dos estilos en una misma obra, pero si Paco, que es uno de mis principales referentes actuales en el cómic nacional lo ha hecho, para mí significa un “vía libre” o una señal de que no estoy tan loco”.
Sus proyectos
Sobre sus proyectos, Roberto Corroto no para: “Sigo tramando cosas con Ertito Montana. Ya no solo tenemos nuevos números de Sicarios que saldrán en los USA de la mano de Amigo Comics y aquí con Zona 00, sino que además hemos hecho un spin-off llamado Sicarios Adventures que está saliendo en Aces Weekly. Además, hay planes para hacer otras cosas si conseguimos vender un par de ideas a algunas editoriales”.
“Aparte –añade el guionista-, este año saldrán seguro Los Zorros de Roppongi Street con el arte de Julia Cejas para Sallybooks, una historia con Amelia Navarro dentro del proyecto grupal Viaje a Xambala (Grafito Editorial), y más colaboraciones con revistas como Saxífono (con Josep Rural) o La Máquina de Albóndigas (con UPL). A eso hay que añadir la preparación de algún proyecto junto a Amelia o Juan Albarrán, la idea de una tercera colaboración con Román y alguna sorpresa que me guardo hasta que se confirme”.
En cuanto a Román López-Cabrera: “Ahora mismo estoy inmerso en un cómic muy turbio e incómodo titulado La Confesión para The RocketMan Project con guión de Fernando Llor -otro de esos compañeros de trabajo con que uno se entiende y que no debe dejar escapar-. Si todo va según lo previsto, y por mi experiencia, nada indica que haya razón alguna para que sea así y los plazos se acaben cumpliendo, querría tenerlo terminado para mitad de año, mes más, mes menos, y el resto del año, si no en paralelo con La Confesión, preparar dosieres con varios proyectos personales que tengo aparcados como tres años ya y que me gustaría poder ir colocando en editoriales. Por supuesto, hay planes, aunque aún vagos, de volver a trabajar con Roberto, a ver si pudiera ser que hiciéramos, al menos, un hat-trick”.