Coliseo Jiménez: el guardián de las canchas en Dosquebradas

En el marco de la conmemoración del Día Internacional del Perro Callejero, la Alcaldía de Dosquebradas recuerda una historia que confirma que rescatar es transformar, es mirar con dignidad, es decir: “Aquí puedes quedarte para siempre”.

Era una mañana de julio del año 2024, de esas donde apenas comenzaba la Vía Activa de Dosquebradas, una voz interrumpió la rutina con una súplica que no venía en palabras, sino en mirada: una funcionaria de la Alcaldía avisó que, a unos metros, cerca de la estación del Megabús en Santa Mónica, había un perro callejero en malas condiciones. Nadie lo había visto llegar, nadie sabía cuánto llevaba allí, solo estaba… acostado, solo, sucio, y con ese tipo de ojos que parecen rendidos, pero no vencidos.

Eran las 10 de la mañana y el equipo de la Secretaría de Deportes no lo dudó: pidió autorización para rescatarlo, insistiendo con convicción en que no podía quedarse ahí, que ese perro necesitaba algo más que compasión pasajera. Con el respaldo del alcalde, a las 10:30 de la mañana la aprobación fue clara. Una camioneta de la administración se trasladó hasta el lugar, y allí lo encontraron: inmóvil y con el cuerpo golpeado por la calle y el olvido.

Lo recogieron con suavidad, como se recoge algo valioso que el mundo ha dejado caer. Los acompañó durante toda la jornada, sin saber que no era un rescate más, sino el inicio de una nueva vida, para él y quienes lo rescataron. Al mediodía lo llevaron al Coliseo Municipal. Desde ese momento, ese espacio se convirtió en su hogar.

Luego vino el chequeo veterinario, donde se supo su historia clínica: Coliseo, como lo llamaron desde ese día, había sido atropellado por una buseta. Tenía la mandíbula fracturada, una pata trasera que nunca sanó del todo, dermatitis avanzada y complicaciones en los ojos. Era un perro con discapacidad. Pero también con una fuerza que no cabía en su cuerpo.

Desde ese momento inició el proceso médico: exámenes, vacunas, desparasitación, tratamientos para su piel y para sus ojos. Pero más allá de los medicamentos, recibió algo que no todos los animales callejeros tienen la suerte de encontrar: tiempo, cuidado, y un amor paciente.

Hoy, Coliseo Jiménez camina por los pasillos del estadio municipal. Su paso no es perfecto, pero su presencia es firme. Se ha convertido en el guardián del lugar, en el amigo fiel que acompaña las jornadas, en el símbolo silencioso de que todavía existen lugares y personas que no le temen al compromiso con la vida.