Juan Diego Patiño Ochoa, el gobernador que lleva mochilas naranjas y esperanza a cada rincón de Risaralda

En cada esquina de los doce municipios no certificados de Risaralda, un mismo color empieza a teñir las calles y los patios escolares: el naranja vibrante de los kits educativos que reciben los niños y jóvenes del departamento.

El gobernador Juan Diego Patiño Ochoa, el más joven en la historia de Risaralda elegido por voto popular, no ha delegado esta tarea a un despacho ni a un protocolo: ha preferido recorrer personalmente cada territorio, entregar de sus propias manos útiles escolares, zapatos nuevos y, de paso, crear historias que devuelven la fe en la política.

Son 44 mil niños, niñas y adolescentes los que hoy tienen un kit completo de estudio gracias a una inversión superior a los 3 mil millones de pesos. Los paquetes incluyen varios cuadernos, block, reglas, escuadras, cartuchera, colores, sacapuntas, lápices, borrador, lapicero, tijeras y una tula marcada con el sello del departamento.

34 MIL RACIONES DIARIAS CON EL PAE

Pero más allá de la cifra está la escena: niños que descubren en unas tijeras la posibilidad de crear, o el brillo en los ojos de aquel pequeño en Santuario que, con sus zapatos rotos, se acercó al gobernador a pedir ayuda y salió con un par nuevo. Ese día, además de los kits, se entregaron 5.700 pares de zapatos para los más pequeños de la básica primaria.

“Para ellos no existe la política ni saben qué significa un gobernador; solo ven a alguien que los escucha y les tiende la mano”, recuerda Patiño conmovido.

La educación ha sido definida como prioridad de su administración. El Programa de Alimentación Escolar (PAE) es hoy un salvavidas para miles de familias rurales: cuando Patiño Ochoa llegó a la Gobernación, la cobertura era apenas del 68%, y ahora alcanza el 81% de la matrícula, lo que significa cerca de 34 mil raciones diarias para niños, niñas y adolescentes.

Son recursos que suman más de 190 mil millones de pesos, provenientes de regalías, recursos propios y del Sistema General de Participaciones. La apuesta no es solo ampliar cobertura, sino también calidad. Hoy, más del 70% de las raciones son preparadas en sitio (calientes), reduciendo las raciones industrializadas.

Incluso, se han hecho pilotos innovadores con nutricionistas: por ejemplo, introducir la hamburguesa en el menú, un alimento que para muchos niños de zonas rurales de Quinchía, Guática o Marsella era desconocido.

ALGUNOS COLEGIOS PRODUCEN SU PROPIO ALIMENTO

La estrategia va más allá de la alimentación: algunos colegios rurales producen sus propios alimentos y los venden al operador del PAE, cerrando un círculo virtuoso. “Es un gana-gana para todos: el operador compra productos frescos, los jóvenes aprenden a ser empresarios del campo, y los estudiantes reciben una nutrición de calidad”, explica el gobernador Patiño Ochoa.

Esto se complementa con dotaciones como la del Colegio Agrícola de Marsella, que ya cuenta con una cubierta especializada para agricultura a escala, permitiendo prácticas modernas y tecnificadas. El engranaje lo completan más de 2.800 docentes que acompañan a los estudiantes en 56 instituciones educativas y alrededor de 570 sedes rurales y urbanas.

A eso se suma la reactivación de proyectos de infraestructura educativa, como los megacolegios que llevaban años aplazados y que hoy avanzan gracias a los 12 mil millones de pesos que el departamento destinó para culminar sus obras complementarias.

A sus 36 años, Patiño Ochoa rompe con el estereotipo del gobernante distante. Los niños se sorprenden al verlo llegar sin corbata, cercano, contándoles que él también fue estudiante de escuela pública, que luchó para abrirse paso en la política y que hoy tiene el privilegio de servirles.

“Creo que lo más valioso es que los niños sepan que pueden soñar, que no hay edad para transformar un territorio”, asegura.

En cada municipio las historias se repiten: salones que se llenan de emoción con un simple cuaderno, zapatos nuevos que permiten caminar con dignidad, almuerzos calientes que significan esperanza.

Y un gobernador que se sienta al lado de los estudiantes para recordarles que ellos no son el futuro: son el presente vivo de Risaralda. Porque al final, más que programas y cifras, lo que queda es la escena de cientos de miles de mochilas naranjas recorriendo los caminos del departamento, cargadas no solo de útiles escolares, sino de una certeza: la educación puede ser el mayor acto de justicia social.