Los abusos sexuales en la selección afgana de fútbol siguen impunes

En junio de 2019, el expresidente de la Federación Afgana de Fútbol fue suspendido de por vida, después de que la Comisión de Ética Independiente de la FIFA le declarara culpable de abusos físicos y sexuales contra las jugadoras del equipo nacional femenino desde 2013. Según el comité, el dirigente violó los artículos 23 (protección de la integridad física y mental) y 25 (abuso de poder) del código ético de la institución. Así, además de la suspensión, fue multado con una sanción de un millón de dólares y se ordenó su arresto en prisión un día después. Sin embargo, el mandatario no ha pisado aún la cárcel.

Tras la paralización del proceso judicial contra la personalidad más importante del fútbol en ese país, desde Human Rights Watch (HRW), la ONG que vela por la defensa de los derechos humanos en todo el mundo, consideran que la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) tiene que actuar más activa y rápidamente en los casos de abusos sexuales. Además, el organismo ha alentado también al abogado general del país afgano a investigar a todos los miembros de la Confederación de Fútbol Asiática (AFF) involucrados en estos hechos, ya fuera facilitando estas agresiones o cubriéndolas para que no se dieran a conocer.

¿Cuándo se conocieron los abusos?

El equipo nacional de fútbol femenino en Afganistán depende totalmente de su sección masculina; de hecho, sus compañeros también controlan todo lo relacionado con sus pagos y hasta sus viajes, lo que denota el poco poder que tienen las mujeres dentro de sus propias agrupaciones. Así se explica que, aunque los abusos fueron practicados contra niñas de hasta 14 años entre 2013 y 2018, las acusaciones no se conocieran hasta años más tarde. De hecho, la FIFA no fue notificada hasta 2017, según informó The Guardian, y a partir de ahí la entidad decidió abrir una investigación para esclarecer los hechos.

Fueron cinco futbolistas las que se atrevieron a denunciar a altos mandatarios de la AFF y aportaron las pruebas suficientes como para asolar a toda la institución futbolística. Una de ellas fue Khalida Popal, que afirmó que los hechos tuvieron lugar en la misma sede de la Federación Nacional (2013-2018) y en un campo de entrenamiento en Jordania (2018). Por ello, en diciembre de 2018 el fiscal general de Afganistán suspendió provisionalmente a seis miembros de la asociación afgana, entre ellos el expresidente, Keramuddin Keram.

Poco después, el secretario general de la AFF, Sayed Ali Reza Aghazada, fue también relegado de sus obligaciones por el mismo fiscal después de que una investigación sacara a relucir su presunta implicación en estos casos. Sin embargo, estas conductas parecieron no dañar mucho su imagen pública cuando fue elegido miembro del comité ejecutivo de gobierno regional de la Confederación Asiática de Fútbol (AFC).

¿En qué ha quedado el asunto?

Es por la inactividad de la FIFA por la que HRW se ha vuelto a posicionar en este asunto. Minky Worden, su directora de Iniciativas Globales, ha hecho hincapié en que el deporte no será seguro para las mujeres y las niñas en Afganistán “hasta que todo los agresores, incluidos aquellos que permitieron los crímenes, sean destituidos, y hasta que los sistemas de protección para la denuncia de irregularidades, la justicia y su subsanación estén en orden”.

Kelly Lindsey, la entrenadora del equipo nacional del país afgano, escribió a Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, alertándole de que el órgano superior del fútbol en su país no había abordado aún “la cultura generalizada del abuso”, que es practicada por “parte de funcionarios en altos puestos de poder” y que contaban con “la complicidad de la AFF en todos sus niveles”, según informó Reuters.

Lindsey es consciente de que no son investigadoras, pero reconoce que hicieron de todo por reunir la mayor cantidad de pruebas posibles, a pesar del riesgo que eso suponía para todas las implicadas. “Mis compañeras y yo fuimos directamente a las altas esferas de la FIFA, a la Comisión de Ética Independiente y le contamos a aquellos que nos escucharon que nuestras niñas nos contaban que habían sido violadas, golpeadas y que había abusado de ellas”.

“La crisis del fútbol femenino en Afganistán demuestra que los agresores pueden acceder al sistema y que entonces no hay forma de que las mujeres pueden acceder a la justicia”, sentenció Popal, ahora directora del programa dentro del equipo.