Una España notable acaba sofocada ante Rumania

De una España dicharachera y recreativa a una España angustiada. En un encuentro pendular, por ambas fases pasó la Roja antes de sellar el primer triunfo de su historia en Bucarest y quedarse a un apeadero de la fase final de la Eurocopa del próximo año. Una hora de juego categórico no sirvió a los de Robert Moreno para adiestrar del todo a una Rumania a la que el 1-2 y la posterior expulsión de Diego Llorente hicieron de sonajero. Kepa, de libranza casi toda la noche, acabó por ser el sostén visitante. Como antes lo había sido para los locales Tatarusanu.

Por mucho que fuera su estreno oficial como primer oficial, estudioso como es, Robert Moreno intervino desde la alineación. Quiso un equipo con ventiladores por los costados y al lado opuesto de Jordi Alba ubicó a Navas en detrimento de Carvajal, que no es un cadete. Peritada la selección rumana, el nuevo técnico español dio palique desde el inicio a Saúl y Alcácer, exiliados en las últimas convocatorias. España hace tiempo que está en fase ambulante, a la búsqueda de socios para los patricios que quedan de los tiempos de confetis (Ramos y Busquets). De escoltas de Ramos ya han desfilado Íñigo Martínez, Hermoso, Nacho, Diego Llorente… De guardia con Busquets ya han tenido carrete Parejo, Rodri, Saúl… En Bucarest, Robert Moreno buscó y encontró, porque durante una hora la Roja fue un equipo fluido, muy vistoso y eficaz.

De entrada solo le faltó puntería y le sobró Tatarusanu. Iluminado, el portero local fue Hércules con guantes. España le acribilló desde el segundo 36. Lo que tardó el conjunto visitante en darle focos. Un quite de pillo y un pase rotundo de Navas citó a Alcácer con el guardameta rumano del Lyón. Tatarusanu comenzó el repertorio. Rodrigo, el propio Alcácer, Ramos, Alba… Todos frustrados ante el gran centinela de la noche hasta que Kepa cogió el testigo.

España jugaba con la partitura de Fabián y Ceballos, gobernantes absolutos del partido. Desde su gabinete de medio campo dieron vuelo a Navas y Alba cuando la situación lo requería. Si la zaga rumana de cinco enclaustraba a los laterales españoles, Fabián y Ceballos se las ingeniaban para catalizar el fútbol por el embudo. La animosa selección de Cosmin Contra, que tira ahora de la añada con la que su país alcanzó la semifinal en el reciente Europeo Sub 21, vivía colgada de Tatarusanu a la espera de que el revoltoso Puscas enfilara hacia Kepa. Ni rastro hubo de Kepa, de veraneo por Bucarest hasta el 1-2.

El primer gol español se demoró hasta que el árbitro, con ojo clínico, advirtió un pisotón de Deac a Ceballos en medio de una selva. Ramos anotó su cuarto tanto en esta fase de clasificación y un gesto tan parvulario como inocente derivó en la marimorena. El capitán español festejó el emboque con los dedos a modo de anteojos mientras miraba a una cámara de televisión. El árbitro, tan cirujano para el penalti, interpretó vaya usted a saber qué. Amonestó a Ramos y la volcánica hinchada rumana entró en combustión contra el de Camas. Menos contundente estuvo el colegiado con alguna que otra tarascada de los de Contra. Pero España mantuvo el temple y se fue al descanso con más autoridad en el juego que en el marcador. Lo dicho: Tatarusanu como desvelo. Nada que ver con el segundo acto, cuando España estuvo vela hasta el final.

Una gran maniobra de Ceballos, que filtró un pase con escuadra y cartabón para Alba, concluyó con un soplo de Alcácer a la red. Un 0-2 que pareció terminal, por la ventaja y por el guión del encuentro. Pero un gol de Andone que pilló desequilibrada a la defensa española permitió farfullar a Rumania una remontada.

Oyarzábal y Sarabia relevaron a Rodrigo y Ceballos. De nuevo Rumania fue anestesiada y la Roja mantuvo su autoridad hasta que llegó la expulsión de Diego Llorente. El árbitro percibió un derribo a Puscas cuando enfilaba hacia Kepa. Hagi Júnior remató contra la barrera, Roberto Moreno echó el lazo a Hermoso como central. Pero España, que no dio un paso atrás pese a su inferioridad numérica, encontró alivio en Kepa. Tres paradas muy meritorias casi en el último parpadeo despejaron el empate. Y, de momento, los debates sobre la portería. Kepa, a la bartola hasta entonces, fue Tatarusanu. De portero a portero, la Roja pasó de un partido a tiro a un crudo final. Un encuentro para graduar a los jóvenes que piden paso y dar un respiro a los pretorianos.

España se rastrea con resultados y algunas señales óptimas.