Van Gogh según Julian Schnabel: un artista santo que no se suicidó
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- marzo 3, 2019
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La vida de Vincent Van Gogh es un mito en el que cada cual proyecta con sus obsesiones. Y Julian Schnabel, cineasta y pintor a partes iguales (Antes que anochezca, La escafandra y la mariposa), tenía el perfil perfecto para hincar su cámara en el pintor holandés. Van Gogh, a las puertas de la eternidad, su visión de los últimos años artista se estrena en el cines con el aval de la entregada interpretación de Willem Dafoe (nominación al Oscar incluida)
Schnabel no es el primero en recorrer un camino que ya transitaron Vincente Minnelli (El loco del pelo rojo, 1955), Maurice Pialat (Van Gogh, 1991), Akira Kurosawa (Los sueños de Akira Kurosawa, 1990), o más recientemente la primorosa película de animación Loving Vincent (2018).
¿Cuál es la propuesta Schnabel? Bajar a la realidad sensorial del hombre, mostrar la suciedad y miseria de sus estancias en Arles y Auvers-sur-Oise, acosarle con la cámara para revelar su angustia. Y, por el camino, poner en su boca ideas que el Van Gogh plasmó brillantemente en las cartas a su hermano Theo.
Si algo recorre la película es subrayar la bondad de Van Gogh. Muestra que su radical soledad e incomprensión fue en parte buscada, pero sobre todo obligada por una sociedad que sancionaba sin piedad su excentricidad. Cada fricción que Van Gogh tiene con los habitantes de Arles se explica como un equívoco de sus escasas habilidades sociales. Abunda por tanto, en la teoría de Antonin Artaud de que Van Gogh fue ‘suicidado por la sociedad’.
¿Suicidado? Pese a que Van Gogh cumple con muchos pasos previos (depresión, autolesiones) y que se quitase la vida es la versión más aceptada, Schnabel apuesta por la teoría de que dos jóvenes le dispararon accidentalmente mientras forcejeaban. Lo que apuntala incluso su santidad: Van Gogh jamás denunció a los chicos para protegerles.Por lo demás, la cinta narra lo bien conocido: que fue su separación del testosterónico Paul Guaguin (Oscar Isaac) y el fin de su sueño de crear una comunidad de artistas lo que quebró su interior.
Todo son buenas intenciones en Van Gogh, a las puertas de la eternidad: la propuesta formal, el amor hacia su protagonista, la interpretación de Dafoe. Pero tal vez fracasa en empatizar con el genio, transmitir la pasión de Van Gogh y, lo más desconcertante en un artista como Schnabel, no se interesa en mostrar su búsqueda de la belleza.
Citemos a Van Gogh: “El estudio del color. Siempre tengo la esperanza de encontrar algo allí dentro. Expresar el amor de dos enamorados por la unión de dos complementarios, su mezcla y sus oposiciones, las vibraciones misteriosas de tonos aproximados. Expresar la esperanza por alguna estrella. El ardor de un ser por la radiación del sol poniente”.
Nada de eso se ve en la película, aunque Willem Dafoe lo verbalice. Se escucha, pero no se exhibe, lo que provoca una disonancia en el todo. Una debilidad que, como tantas cosas que teorizó, Van Gogh también había expresado: “Cuando la cosa representada, en tanto que estilo, es una y está perfectamente de acuerdo con la manara de representarla, ¿no reside en eso la permanencia de algo de arte?”.